En el centro, fuera del centro
En la vida uno siempre tiende a darle mas importancia a algunas cosas que otras. Algunas veces consideras más a alguien de lo que esa persona te considera a ti. Otras, te enamoras de alguien más de lo que esa persona se enamora de ti -o finalmente no se enamora nunca.
Es complicado alcanzar ese momento de equidad, donde una y otra parte desean lo mismo. Yo no creo en la suerte, ni en el destino. Si reviso mi horóscopo a los cinco minutos ya no lo recuerdo o finalmente me parece tan ridículo lo que dice que no le doy importancia. Así que eso de encontrar tu alma gemela o de esperar que una mujer que lee dibujos en pedazos de cartón o que me tienta el pulso sobre una mesa con mantel negro mientras me mira a la cara con ganas de arrancarme los ojos sepa algo sobre mi vida que se me pasó por alto, me parece una ridiculez.
Por lo mismo, no creo que haberme pasado unas cuantas oportunidades que me dio la vida de tener alguien a mi lado -a quien realmente no quería, y que probablemente iba a utilizar a mi regalada gana- me ha destinado al abandono total. No creo que no haberle prestado atención a tal o cual fulano, o haber desistido de algún otro, sea para darle tanta importancia.
Si de algo sirve es para saber qué cosas no quise intentar antes, que quizá si quiero intentar ahora. O que cosas no estoy dispuesta a aguantar, o qué clase de persona soy.
Supongo que este es un momento en que la gente se olvidó de mi. Pasó una ola de cosas y comencé una semana bastante aburrida, donde los amigos hicieron planes que no me incluían y mi familia no me preguntó porque tengo la cara de huérfana con la que escribo estas líneas ahora. Tal vez es cosa mía: me gusta ser el centro de atención, o me gusta la atención y punto. Quiero estar al centro, no pasar desapercibida y cuando de alguna forma la gente no logra verme, me jode.
Si, debe ser eso. Ya la próxima semana me olvidaré. La gente volverá a recordarme y no me sentiré al costado, al lado, sino al centro de nuevo, donde es que me gusta estar.